domingo, 6 de febrero de 2011

sur la famille.

Entonces aparece el genio azul que no sale de ninguna lámpara porque la verdad es que ahora mismo no se donde están mis luces. Tiene que ser azul, como los príncipes. Bueno la verdad es que puestos a elegir, ambos dos los prefiero amarillos.

Te dice que te concede tres deseos. Piénsalo bien, que son solo tres y oportunidades como esta se presentan pocas veces en la vida. Una o ninguna; como las veces que yo he estado en Nueva York.
Tras mucho debatir pido en primer lugar mucho dinero. No se qué pasa en estos casos que el ombligo hace de garrapatadedetrasdelaoreja y te obliga a hacerle caso. Sabe Dios que el dinero trae la felicidad, y llegados a este punto no va a existir anticapitalista que me convenza/convenzca de lo contrario.

Después del dinero en cantidades industriales se me ocurre pedir un bono-viajes. ¿Para qué, si ya tienes millones y billones de dinero para viajar a todos los rincones del sistema solar? Ya, digo yo, pero ese dinero lo puedo gastar en muchas cosas. Quiero un bono específicamente para viajes, que me incluya alojamiento, transporte y gastos de estancia sin derroches, para poder seguir siendo viajera y no autoencasillarme en turista. Es ilimitado de número de usos y días.

El primer gasto es para financiarme el año en Australia y el segundo, el transiberiano Moscú-Pekín. Desde allí a lo mejor voy a Seúl a ver a Young, con cuidado de que no me alisten en el ejército por confusión. Es como una pulserita de todo incluido pero en ese incluido incluimos ryanair y hostels, nada de opulencias.

Como tercer deseo no sabía qué pedir. Juli dijo que parar el tiempo no era mala idea, y Alexia prefería inmortalidad para ella y su churro. So romantic.

A la sazón (mola eh), no se cómo, el ombligo se evaporó y divisé claramente mi tercer deseo: Felicidad para mama. Perfectamente puede ser el título de un libro. Se lo dije a Sergio y no le resultó del todo convincente. Decía que la felicidad la tienes, pero no lo sabes. Qui'ci, sólo notas su existencia cuando ya se ha ido y la echas de menos. Has tenido un momento feliz e imprevisiblemente te pasa algo malo y piensas ¡Qué feliz he sido! Lo anhelas y si Dios quiere, sales otra vez a buscarla.

Yo no creo que sea algo así de dependiente de una variable externa tan pasajera como un momento malo. Sales a la calle, te encuentras un billete de 50 tirado en la cera y eres super feliz. Pero oh! Al recogerlo, te tropiezas, te caes y te haces una luxación y de repente te invade la tristeza. Si ese es el antónimo entonces ¿Cual le ponemos a alegría?

Tristeza y alegría si que son así de temporales. Pero la felicidad no. La felicidad la tienes dentro, la sientes y te hace caminar con seguridad y contestar al mundo con positivismo. Te da paz interior, satisfacción y ganas. Y sobre todo, te hace reír y sonreír.

Sonreír todo el rato. Eso es lo que quiero para mi mama.

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